1 M ientras tanto, millares de personas se habían juntado, hasta el punto que unos a otros se atropellaban. Jesús comenzó a decir primeramente a sus discípulos: —Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía,
Mientras tanto, la gente se había reunido por millares. Era tal la multitud que se atropellaban unos contra otros. Jesús comenzó entonces a hablar, y en primer término les dijo a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 p orque nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse.
Porque no hay nada encubierto que no haya de ser manifestado, ni nada oculto que no haya de saberse.
3 P or tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas. A quién se debe temer
Por tanto, todo lo que ustedes digan en la oscuridad, se oirá a plena luz, y lo que ustedes musiten en la alcoba, se dará a conocer desde las azoteas. A quién se debe temer
4 » Os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer.
»Amigos míos, yo les digo a ustedes que no deben temer a los que matan el cuerpo, pero más de eso no pueden hacer después.
5 O s enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo, a éste temed.
Yo les voy a enseñar a quién deben temer: Teman a aquel que, después de quitar la vida, tiene el poder de arrojarlos en el infierno. Sí, a él ténganle miedo.
6 » ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios,
¿Acaso no se venden cinco pajarillos por un par de monedas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.
7 p ues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos. El que me confiese delante de los hombres
Lo mismo pasa con ustedes, pues hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. Así que no teman, pues ustedes valen más que muchos pajarillos. Confesión de fe en Jesús
8 » Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios;
»Yo les digo que a todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios.
9 p ero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
Pero al que me niegue delante de los hombres, se le negará delante de los ángeles de Dios.
10 » Todo aquel que diga alguna palabra contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado.
Toda palabra que se diga en contra del Hijo del Hombre, será perdonada; pero toda blasfemia en contra del Espíritu Santo no será perdonada.
11 » Cuando os traigan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir,
Cuando ustedes sean llevados a las sinagogas, y presentados ante magistrados y autoridades, no se preocupen de cómo o qué responder, o qué decir,
12 p orque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir. El rico insensato
porque en ese mismo instante el Espíritu Santo les enseñará lo que deban decir.» El rico insensato
13 L e dijo uno de la multitud: —Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.»
14 P ero él le dijo: —Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
Pero Jesús le dijo: «Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o mediador entre ustedes?»
15 Y les dijo: —Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
También les dijo: «Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque la vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea.»
16 T ambién les refirió una parábola, diciendo: «La heredad de un hombre rico había producido mucho.
Además, les contó una parábola: «Un hombre rico tenía un terreno que le produjo una buena cosecha.
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?”
Y este hombre se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? ¡No tengo dónde guardar mi cosecha!”
18 Y dijo: “Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
Entonces dijo: “¡Ya sé lo que haré! Derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes.
19 y diré a mi alma: ‘Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate.’”
Y me diré a mí mismo: ‘Ya puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años. Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!’”
20 P ero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?”
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a quitarte la vida; ¿y para quién será lo que has guardado?”
21 A sí es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios.» La angustia y la ansiedad
Eso le sucede a quien acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico para con Dios.» El afán y la ansiedad
22 D ijo luego a sus discípulos: «Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
Después, Jesús dijo a sus discípulos: «Por eso les digo que no se preocupen por su vida ni por lo que han de comer, ni por su cuerpo ni por lo que han de vestir.
23 L a vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido.
La vida es más que la comida, y el cuerpo es más que el vestido.
24 C onsiderad los cuervos, que ni siembran ni siegan; que ni tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
Fíjense en los cuervos: no siembran, ni siegan; no tienen almacenes ni bodegas, y no obstante Dios los alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que las aves?
25 ¿ Y quién de vosotros podrá, con angustiarse, añadir a su estatura un codo?
¿Quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?
26 P ues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os angustiáis por lo demás?
Pues si ustedes no pueden hacer ni lo más pequeño, ¿por qué se preocupan por lo demás?
27 » Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
Fíjense en los lirios, cómo crecen, y no trabajan ni hilan; pero yo les digo que ni Salomón, con todas sus riquezas, llegó a vestirse como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
Y si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
29 V osotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud,
Así que no se preocupen ni se angustien por lo que han de comer, ni por lo que han de beber.
30 p orque todas estas cosas buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas.
Todo esto lo busca la gente de este mundo, pero el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de estas cosas.
31 B uscad, más bien, el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. Tesoro en el cielo
Busquen ustedes el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas. Tesoro en el cielo
32 » No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino.
»Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino.
33 V ended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye,
Vendan lo que ahora tienen, y denlo como limosna. Consíganse bolsas que no se hagan viejas, y háganse en los cielos un tesoro que no se agote. Allí no entran los ladrones, ni carcome la polilla.
34 p orque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. El siervo vigilante
Porque donde ustedes tengan su tesoro, allí también estará su corazón. El siervo vigilante
35 » Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas;
»Manténganse listos, con la ropa puesta y con su lámpara encendida.
36 s ed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran en seguida.
Sean como los siervos que están pendientes de que su señor regrese de una fiesta de bodas: en cuanto su señor llega y llama, ellos le abren enseguida.
37 B ienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles.
¡Dichosos los siervos a los que su señor encuentra pendientes de su regreso! De cierto les digo que se ajustará la ropa, los hará sentarse a la mesa, y él mismo vendrá a servirles.
38 Y aunque venga a la segunda vigilia o a la tercera vigilia, si los halla velando, bienaventurados son aquellos siervos.
Dichosos los siervos a los que su señor encuentre así, aunque llegue a la medianoche o en la madrugada.
39 P ero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora el ladrón había de llegar, velaría ciertamente y no lo dejaría entrar en su casa.
Pero esto deben saber: si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente y no permitiría que robaran su casa.
40 V osotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis el Hijo del hombre vendrá.» El siervo infiel
También ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando ustedes menos lo esperen.» El siervo infiel
41 E ntonces Pedro le dijo: —Señor, ¿dices esta parábola a nosotros o también a todos?
Entonces Pedro le dijo: «Señor, ¿esta parábola es para nosotros, o para todos?»
42 D ijo el Señor: —¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración?
El Señor le respondió: «¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual su señor deja a cargo de los de su casa para que los alimente a su debido tiempo?
43 B ienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así.
Dichoso el siervo al que, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así.
44 E n verdad os digo que lo pondrá sobre todos sus bienes.
De cierto les digo que lo pondrá a cargo de todos sus bienes.
45 P ero si aquel siervo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse,
Pero si aquel siervo cree que su señor va a tardar, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
46 v endrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente y lo pondrá con los infieles.
el señor de aquel siervo vendrá cuando éste menos lo espere, y a una hora que no sabe, y lo castigará duramente, y lo echará con los incrédulos.
47 » Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
El siervo que, a pesar de conocer la voluntad de su señor, no se prepara para cumplirla, se hace acreedor de muchos azotes.
48 P ero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Jesús, causa de división
Pero el que se hace acreedor a recibir azotes sin conocer la voluntad de su señor, será azotado poco. Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía. Jesús, causa de división
49 » Fuego vine a echar en la tierra. ¿Y qué quiero, si ya se ha encendido?
»Yo he venido a lanzar fuego sobre la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviera en llamas!
50 D e un bautismo tengo que ser bautizado. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla!
Hay un bautismo que debo recibir, ¡y cómo me angustio esperando que se cumpla!
51 ¿ Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad.
¿Creen ustedes que he venido a la tierra para traer paz? Pues les digo que no, sino más bien división.
52 D e aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres;
Porque de ahora en adelante una familia de cinco estará dividida en tres contra dos, y en dos contra tres.
53 e stará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. ¿Cómo no reconocéis este tiempo?
El padre se enfrentará con el hijo, y el hijo con el padre. La madre estará en contra de la hija, y la hija en contra de la madre. La suegra estará en contra de su nuera, y la nuera en contra de su suegra.» ¿Cómo no reconocen este tiempo?
54 D ecía también a la multitud: «Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: “Agua viene”, y así sucede.
Jesús decía también a la multitud: «Cuando ustedes ven que se levanta una nube en el poniente, dicen: “Va a llover”; y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: “Hará calor”, y lo hace.
Cuando sopla el viento del sur, dicen: “Va a hacer calor”; y así sucede.
56 ¡ Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo? Arréglate con tu adversario
¡Hipócritas! Si saben discernir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo es que no saben discernir el tiempo en que viven? Arréglate con tu adversario
57 » ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
»¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
58 C uando vayas al magistrado con tu adversario, procura arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel.
Cuando comparezcas con tu adversario ante el magistrado, procura arreglarte con él mientras vas de camino; no sea que te lleve ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 T e digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado aun la última blanca.»
Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última moneda.»