1 N o juzguéis para que no seáis juzgados.
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 P orque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá.
Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿ Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo ?
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿ O cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacarte la mota del ojo”, cuando la viga está en tu ojo ?
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
5 ¡ Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 N o deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen. La oración recibirá respuesta
No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. La oración, y la regla de oro (Lc. 11. 9-13; 6. 31)
7 P edid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 P orque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 ¿ O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra,
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
10 o si le pide un pescado, le dará una serpiente?
¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?
11 P ues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden ?
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
12 P or eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas. Dos puertas y dos sendas
Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. La puerta estrecha (Lc. 13. 24)
13 E ntrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
14 P orque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Cómo conocer a los falsos profetas
porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Por sus frutos los conoceréis (Lc. 6. 43-44)
15 C uidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 P or sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
17 A sí, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos.
Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
18 U n árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.
No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
19 T odo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego.
Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
20 A sí que, por sus frutos los conoceréis.
Así que, por sus frutos los conoceréis. Nunca os conocí (Lc. 13. 25-27)
21 N o todo el que me dice: “Señor, Señor ”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 M uchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros ?”
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mi, los que practicais la iniquidad.” Los dos cimientos
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Los dos cimientos (Lc. 6. 46-49)
24 P or tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca.
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena;
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción.
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
28 C uando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza;
Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina;
29 p orque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas.
porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.