1 R euniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.
Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
3 L es dijo: —No toméis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
4 E n cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
5 D ondequiera que no os reciban, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas anunciando el evangelio y sanando por todas partes. Muerte de Juan el Bautista
Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. Muerte de Juan el Bautista (Mt. 14. 1-12; Mr. 6. 14-29)
7 H erodes, el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús, y estaba perplejo, porque decían algunos: «Juan ha resucitado de los muertos»;
Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 o tros: «Elías ha aparecido»; y otros: «Algún profeta de los antiguos ha resucitado.»
otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: —A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién, pues, es éste de quien oigo tales cosas? Y procuraba verlo. Alimentación de los cinco mil
Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle. Alimentación de los cinco mil (Mt. 14. 13-21; Mr. 6. 30-44; Jn. 6. 1-14)
10 A l regresar los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
11 C uando la gente lo supo, lo siguió; y él los recibió, les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados.
Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
12 P ero el día comenzaba a declinar. Acercándose los doce, le dijeron: —Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor y se alojen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en lugar desierto.
Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 É l les dijo: —Dadles vosotros de comer. Dijeron ellos: —No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
14 E ran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: —Hacedlos sentar en grupos de cincuenta.
Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
15 A sí lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
16 Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y dio a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente.
Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 C omieron todos y se saciaron; y recogieron lo que les sobró: doce cestas de pedazos. La confesión de Pedro
Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos. La confesión de Pedro (Mt. 16. 13-20; Mr. 8. 27-30)
18 A conteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: —¿Quién dice la gente que soy yo?
Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 E llos respondieron: —Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 É l les dijo: —¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces, respondiendo Pedro, dijo: —El Cristo de Dios. Jesús anuncia su muerte
Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. Jesús anuncia su muerte (Mt. 16. 21-28; Mr. 8. 31--9. 1)
21 P ero él les mandó que a nadie dijeran esto, encargándoselo rigurosamente,
Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
22 y diciendo: —Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.
y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
23 Y decía a todos: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24 T odo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará,
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
25 p ues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?,
Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
26 p orque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles.
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
27 P ero en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. La transfiguración
Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. La transfiguración (Mt. 17. 1-8; Mr. 9. 2-8)
28 C omo ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 M ientras oraba, la apariencia de su rostro cambió y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.
Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías.
Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 E stos aparecieron rodeados de gloria; y hablaban de su partida, que Jesús iba a cumplir en Jerusalén.
quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
32 P edro y los que lo acompañaban estaban rendidos de sueño; pero, permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con él.
Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
33 Y sucedió que, mientras estos se alejaban de él, Pedro dijo a Jesús: —Maestro, bueno es para nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una para Elías. Pero no sabía lo que decía.
Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
34 M ientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Éste es mi Hijo amado; a él oíd.»
Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
36 C uando cesó la voz, Jesús se encontraba solo. Ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto. Jesús sana a un muchacho endemoniado
Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto. Jesús sana a un muchacho endemoniado (Mt. 17. 14-21; Mr. 9. 14-29)
37 A l día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y un hombre de la multitud clamó diciendo: —Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
39 y sucede que un espíritu lo toma y, de repente, lo hace gritar, lo sacude con violencia, lo hace echar espuma y, estropeándolo, a duras penas se aparta de él.
y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
40 R ogué a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron.
Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 R espondiendo Jesús, dijo: —¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
Respondiendo Jesús, dijo:!! Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
42 M ientras se acercaba el muchacho, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.
Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Jesús anuncia por segunda vez su muerte Estando todos maravillados de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Jesús anuncia otra vez su muerte (Mt. 17. 22-23; Mr. 9. 30-32) Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 — Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras, porque acontecerá que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.
Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
45 P ero ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendieran; y temían preguntarle sobre esas palabras. ¿Quién es el mayor?
Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras. ¿Quién es el mayor? (Mt. 18. 1-5; Mr. 9. 33-37)
46 E ntonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
47 J esús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño, lo puso junto a sí
Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo: —Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande. El que no está contra nosotros, por nosotros está
y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande. El que no es contra nosotros, por nosotros es (Mr. 9. 38-40)
49 E ntonces respondiendo Juan, dijo: —Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 J esús le dijo: —No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está. Jesús reprende a Jacobo y a Juan
Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Jesús reprende a Jacobo y a Juan
51 C uando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
53 P ero no lo recibieron, porque su intención era ir a Jerusalén.
Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
54 A l ver esto, Jacobo y Juan, sus discípulos, le dijeron: —Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
55 E ntonces, volviéndose él, los reprendió diciendo: —Vosotros no sabéis de qué espíritu sois,
Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
56 p orque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea. Los que querían seguir a Jesús
porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea. Los que querían seguir a Jesús (Mt. 8. 18-22)
57 Y endo por el camino, uno le dijo: —Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
58 J esús le dijo: —Las zorras tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro: —Sígueme. Él le respondió: —Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
60 J esús le dijo: —Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú vete a anunciar el reino de Dios.
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
61 E ntonces también dijo otro: —Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 J esús le contestó: —Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.