E ntonces clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: «¡Los verdugos de la ciudad han llegado y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir!»
Entonces Dios gritó a mis oídos con gran voz, diciendo: “Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano.”
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