E ntró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí que la miel corría; pero no hubo quien hiciera llegar su mano a su boca, porque el pueblo temía el juramento.
Al entrar en él, vieron cómo la miel escurría de los árboles; pero nadie extendió la mano para probar la miel, por temor a la maldición.
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