P ero cuando estaban disfrutando de todo, unos hombres corruptos de la ciudad rodearon la casa, golpearon la puerta, y le gritaron al anciano, dueño de la casa: «¡Saca al hombre que ha entrado en tu casa! ¡Queremos acostarnos con él!»
Pero cuando estaban gozosos, los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpearon a la puerta y le dijeron al anciano dueño de la casa: —Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.
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