Y el Señor me dijo: «¡Vaya precio el que me han puesto! ¡Échalo al tesoro!» Y yo tomé las treinta monedas de plata y las eché al tesoro del templo del Señor
Entonces el Señor me dijo: Arrójalo al alfarero ( ese magnífico precio con que me valoraron). Tomé pues, las treinta piezas de plata y las arrojé al alfarero en la casa del Señor.
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