D e su presencia manaba un río de fuego, y a su servicio estaba una multitud imposible de ser contada. El Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.
Un río de fuego procedía y salía de delante de él: millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él: el Juez se sentó, y los libros se abrieron.
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