T iemblan de miedo, ante tus maravillas, los que habitan en los extremos de la tierra. Tú haces que el sol grite de alegría al salir por la mañana, y al caer la tarde.
Por tanto, los habitantes de los confines de la tierra se sobrecogen ante sus señales portentosas. Tú haces alegrar las puertas de la aurora y del ocaso.
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