E ntonces Dios gritó a mis oídos con gran voz, diciendo: “Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano.”
ثُمَّ سَمِعْتُهُ يَصرُخُ: «أحْضِرْ جَلّادِي المَدِينَةِ. وَليَحمِلْ كُلُّ واحِدٍ مِنهُمْ سِلاحَهُ الفَتّاكَ فِي يَدِهِ.»
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