D ecimos, pues, ahora: que bienaventurados los soberbios, y aun que los que hacen impiedad son los prosperados. Los que tentaron a Dios, escaparon.
¡Ahora resulta que tenemos que llamar bienaventurados a los soberbios! ¡Los malvados no sólo prosperan, sino que ponen a Dios a prueba y salen bien librados!
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